
Descalza en la ventana donde el cielo se asoma. Donde los pájaros también son azules.
Paro y escribo. No en la muñeca. No en las paredes. Ni en los cuerpos.
Una hormiga marca su senda en mi espalda. Ser azul, como los pájaros.
La voz es otra distinta, parece no pertenecernos. Nos asusta.
-Me dijo él con la voz de otra garganta-.
Pero no es más que la misma voz que nos mira desde el fondo. Se exhuma. Busca a la Luna.
Y sopla.
El cielo sigue astillado de estrellas y *me creo de papel de pico a cola.
El viento.
Y sigue mi puño con su letra.
Nos miden. Nos miran. 12/60
-12 meses/60 segundos al día-.
Círculos. Solo números concéntricos en el calendario. Y el Otoño inmóvil sobre él –que se me caen las uñas, al tiempo que sus hojas en mis zapatos-.
Sus hojas. Mis días.
Lunática, exhumada. Descalza. Me he propuesto encontrar las trece lunas. Y ensuciar mis manos de tierra. Como las de mi padre. -Agricultor a los trece-. De la tierra -de la vida-.
Y ensuciarme en general. Primitiva sin remedio.
Alimentarme de vosotr*s. -Los últimos primates entristecid*s que de nuevo están aprendiendo a amar a sus semejantes-
*(Como dice Sofía Castañón en Animales Interiores).
Lunas perdidas como los céntimos de nuestros bolsillos, lunas que existen pero nadie las ve...
ResponderEliminarSaludos y un abrazo!
Toda la tierra busca la luna, pero solo ese puño y letra tuyo parece encontrarla.
ResponderEliminarBesos