miércoles, 18 de abril de 2012

Sonríe, nos están disparando



El elefante se balanceaba

sobre la cabeza del Rey

Alicia no era Alicia

fue quien sufrió la guadaña

la hoguera

las piedras

fue la bruja

la ramera

la santa

quién

quién puede destruir un mundo infame

y volver a recomenzarlo

como aquellos puzles

que encajábamos sin respirar

y seguir amando -a pesar de todo-

cuántas

cuántas veces

somos ojos ciegos

bocas rotas

luces negras


Atrás

repito

atrás

las manos manchadas

los anos manchados

los corazones manchados

de pólvora


no.


no somos la historia del dictador

ni el artilugio metálico

intercambiable por filetes en supermercados


no nos busquéis

en los lavabos

en los puentes

en las alcantarillas

ni en la garganta agónica

de la voz agónica

de aquella agónica civilización


mirad

todos esos tanques

y juguetes rotos 

en las calles

donde antes hubo flores

escaparates de barbies y cazadores

ya no queda nada

solo escombros

pelos

cucarachas

babas

los últimos resquicios

de la humanidad


se apagan las luces

cierra los ojos

abre el pecho

levanta la cabeza


nos alcanzan

las certeras balas del despertar


abre los ojos, ya hemos llegado.

lunes, 9 de abril de 2012

de cara a la pared



Fotografía: Robert Doisneau, 1945


Recuerdo la primera vez que escuchaste this is the end, te quedaste atrapada en un autobús entre tu sueño y tu resorte atraparatas. La huida comenzó en esos días de pupitre encadenado. Siempre era mejor esnifar tiza y tener una buena coartada. La fiebre subía rápidamente. Nos llevaban a casa como niñas enfermas. No soportábamos engullir tantas tantas guerras, números, justificaciones. Sobre todo no soportábamos -no-saber- de dónde venía todo aquello, cómo, hacía donde nos dirigían. Años después la gente sigue subiendo al tren, desayunan, corren, llevan a sus hijas a la escuela y mueren. Mueren por bombas, por hambre, por violación, en campos y estaciones de aerolíneas, con los esfínteres prostituidos -porque hay que atravesar aduanas continente-a-continente- con un código de barras en la cartera y el exilio como pasaporte. Mueren. Y no hay nada más. Hay quien se adelanta y se tira desde una ventana en llamas -te quedas sin pan y ya no soportas el Circo- ya ves. Democracia, lo llaman. Un día voces recitan tablas o Padres Nuestros en la escuela y a la mañana siguiente crujen paredes o verjas. La complicidad del capital diseña municiones humanas escolares -esperando apretar el gatillo-. 
El resto es silencio. 
Recuerdo la primera vez que escuché Child in time dispárate el cráneo. Quiero estar dentro de ti. Y por eso nosotras esnifabamos tiza, como quien simula su propia muerte en mitad de un campo de batalla